lunes, 6 de septiembre de 2010

Dialogo entre Jorge Luis y el dios de los sueños.

 

- ¿Quién es usted?

- Soy un pobre ciego escritor

- ¿Los ciegos escriben?, ¿Desde cuándo?

- ¿Desde cuándo usted es policía?

- Yo no soy un policía, solo me preocupo, hay mucho tráfico de palabras.

- Si, lo sé señor, son mías.

- ¿Así que fue usted el que las dejo escapar?

- Por supuesto, las palabras siempre fueron libres.

- Esta equivocado, las palabras son entes que se deben manejar, ellas hablan por nosotros, señor mío, como en este momento.

- ¿Qué es lo que le preocupa?

- A mí, nada. Pero los de afuera se quejan de que usted deja escapar sueños.

- ¡Pero qué injuria más vil!, yo jamás dejaría escapar un sueño, solo deje que las palabras se acomodaran.

- Ya le dicho que las palabras son entes que se deben manejar. Ellas hablan por nosotras, y usted amigo dejo que dieran un discurso nada agradable.

- ¿De qué se me acusa exactamente?

- De revelar el valor de la Vida, los Sueños, los libros, y por sobre todo, la Historia. Mire que tenia temas de que escribir y se tuvo que meter con la Historia.

- Yo la respeto mucho, es una señora que merece mi admiración, porque aun ultrajada y todo, sigue adelante.

- Yo no viene hablar de la Historia, solo quiero saber quién es usted.

- Adivine.

- Sé que es un elegido mío, es verdad que le di la libertad para utilizar las palabras, pero usted le ha dado autonomía propia, y eso me preocupa.

- Le preocupa que mis palabras tengan autonomía o que lo descubran a usted?

- Ambas cosas.

- No se preocupe, amigo mío, la gente ni siquiera lo recuerda.

- Eso espero, eso espero. ¿Sabe la libertad que siento desde que me olvidaron?

- Lo imagino, pero no se haga drama, no se acordaran de usted. En los tiempos que corren, la gente ya no sueña.

- Es una pena por un lado, pero un alivio por el otro, menos trabajo.

- Se nota que es un dios. Tiene el desarraigo en su ser.

- No es culpa mía, yo alguna vez fui humano. Pero eso fue hace mucho tiempo.

- Qué pena.

- Oiga, pero ¿Quien es usted?.

- Soy un elegido suyo, lo tendría que saber.

- Yo solo los elijo, no se me el nombre de todos.

- Me llamo Jorge Luis.

- Bello nombre, con mucha personalidad.

- ¡No se imagina cuanta!.

- Me despido, lo dejo dormir, pero acuérdese: cuide sus palabras.

- Lo intentare, lo prometo.

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