- ¿Quién es usted?
- Soy un pobre ciego escritor
- ¿Los ciegos escriben?, ¿Desde cuándo?
- ¿Desde cuándo usted es policía?
- Yo no soy un policía, solo me preocupo, hay mucho tráfico de palabras.
- Si, lo sé señor, son mías.
- ¿Así que fue usted el que las dejo escapar?
- Por supuesto, las palabras siempre fueron libres.
- Esta equivocado, las palabras son entes que se deben manejar, ellas hablan por nosotros, señor mío, como en este momento.
- ¿Qué es lo que le preocupa?
- A mí, nada. Pero los de afuera se quejan de que usted deja escapar sueños.
- ¡Pero qué injuria más vil!, yo jamás dejaría escapar un sueño, solo deje que las palabras se acomodaran.
- Ya le dicho que las palabras son entes que se deben manejar. Ellas hablan por nosotras, y usted amigo dejo que dieran un discurso nada agradable.
- ¿De qué se me acusa exactamente?
- De revelar el valor de la Vida, los Sueños, los libros, y por sobre todo, la Historia. Mire que tenia temas de que escribir y se tuvo que meter con la Historia.
- Yo la respeto mucho, es una señora que merece mi admiración, porque aun ultrajada y todo, sigue adelante.
- Yo no viene hablar de la Historia, solo quiero saber quién es usted.
- Adivine.
- Sé que es un elegido mío, es verdad que le di la libertad para utilizar las palabras, pero usted le ha dado autonomía propia, y eso me preocupa.
- Le preocupa que mis palabras tengan autonomía o que lo descubran a usted?
- Ambas cosas.
- No se preocupe, amigo mío, la gente ni siquiera lo recuerda.
- Eso espero, eso espero. ¿Sabe la libertad que siento desde que me olvidaron?
- Lo imagino, pero no se haga drama, no se acordaran de usted. En los tiempos que corren, la gente ya no sueña.
- Es una pena por un lado, pero un alivio por el otro, menos trabajo.
- Se nota que es un dios. Tiene el desarraigo en su ser.
- No es culpa mía, yo alguna vez fui humano. Pero eso fue hace mucho tiempo.
- Qué pena.
- Oiga, pero ¿Quien es usted?.
- Soy un elegido suyo, lo tendría que saber.
- Yo solo los elijo, no se me el nombre de todos.
- Me llamo Jorge Luis.
- Bello nombre, con mucha personalidad.
- ¡No se imagina cuanta!.
- Me despido, lo dejo dormir, pero acuérdese: cuide sus palabras.
- Lo intentare, lo prometo.