lunes, 13 de septiembre de 2010

El nacimiento del laberinto.

 

Le ordenaron hacer un laberinto para encarcelar una bestia.

Esta estructura debía contener aquel monstruo, fuera como fuere, no debía salir bajo ningún motivo. Su condena estaba escrita, debía estar confinado a la soledad.

Mitad toro, mitad humano, así era la bestia. Mitad instinto, mitad razonamiento; mitad tempestad, mitad perseverancia; eso era en realidad el monstruo, ya que no puede guardar antinomias ningún ser vivo. Dédalo lo sabía y por eso hizo el laberinto, con muchos caminos engañosos y uno que conducía hacia él; pero no pudo olvidar esa mitad huma y es por eso que en el centro le construyo una morada y una torre que poseía un balcón, para que la bestia, conocida como Minotauro, pudiera ver luna y así hacer su existencia un poco más apacible.

Instrucciones para leer un libro.

Diríjase hacia el lugar en donde se encuentre el libro, tratando de esquivar las otras cosas que no tienen que ver con el mismo, por ejemplo la música, los hijos, la mujer que cocina para usted y que no tiene en cuenta, en fin, con las cosas que no puede leer.

Llegado al destino del libro, agárrelo, pero tenga cuidado de que no se le caiga, ya que puede ganarse la ira, tanto de autor, haciendo dificultosa su lectura o, simplemente, el enojo del personaje, que al tratarse de un libro de historia, por ejemplo, no sería uno, sino muchos y en especial si el mismo desarrolla alguna guerra.

Una vez en sus manos, abra la hoja más gruesa, que por lo general tiene una frase, el nombre de una persona y un dibujo o foto, según el libro, que capta nuestra atención, motivo por el cual, la mayoría de las veces, lo compramos para leerlo.

Pase las hojas en blanco y las explicativas que nunca va a entender, con datos que escapan de su control, con los códigos que no maneja.

Empezado el texto, tenga especial precaución, ya que a veces las historias cobran vida y por ende necesitan espacio para desarrollarse.

Se recomienda que haga esto en un parque o en el living de su casa.

Si la historia es de terror, tenga un piloto, debido a la sangre que será salpicada y puede mancharle; de amor, no se vista provocativamente, ya que puede distraer al protagonista ( dependiendo de que sea hombre o mujer, siempre se distraen, aunque solo piensen en el amor, siempre notan la presencia del lector,  y se distraen tanto en los diálogos como en las acciones); si es de época, adecúese tanto al lenguaje como en la vestimenta; y así, con todos los libros que usted posea y de los cuales sea participe a la hora de leerlos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Dialogo entre Jorge Luis y el dios de los sueños.

 

- ¿Quién es usted?

- Soy un pobre ciego escritor

- ¿Los ciegos escriben?, ¿Desde cuándo?

- ¿Desde cuándo usted es policía?

- Yo no soy un policía, solo me preocupo, hay mucho tráfico de palabras.

- Si, lo sé señor, son mías.

- ¿Así que fue usted el que las dejo escapar?

- Por supuesto, las palabras siempre fueron libres.

- Esta equivocado, las palabras son entes que se deben manejar, ellas hablan por nosotros, señor mío, como en este momento.

- ¿Qué es lo que le preocupa?

- A mí, nada. Pero los de afuera se quejan de que usted deja escapar sueños.

- ¡Pero qué injuria más vil!, yo jamás dejaría escapar un sueño, solo deje que las palabras se acomodaran.

- Ya le dicho que las palabras son entes que se deben manejar. Ellas hablan por nosotras, y usted amigo dejo que dieran un discurso nada agradable.

- ¿De qué se me acusa exactamente?

- De revelar el valor de la Vida, los Sueños, los libros, y por sobre todo, la Historia. Mire que tenia temas de que escribir y se tuvo que meter con la Historia.

- Yo la respeto mucho, es una señora que merece mi admiración, porque aun ultrajada y todo, sigue adelante.

- Yo no viene hablar de la Historia, solo quiero saber quién es usted.

- Adivine.

- Sé que es un elegido mío, es verdad que le di la libertad para utilizar las palabras, pero usted le ha dado autonomía propia, y eso me preocupa.

- Le preocupa que mis palabras tengan autonomía o que lo descubran a usted?

- Ambas cosas.

- No se preocupe, amigo mío, la gente ni siquiera lo recuerda.

- Eso espero, eso espero. ¿Sabe la libertad que siento desde que me olvidaron?

- Lo imagino, pero no se haga drama, no se acordaran de usted. En los tiempos que corren, la gente ya no sueña.

- Es una pena por un lado, pero un alivio por el otro, menos trabajo.

- Se nota que es un dios. Tiene el desarraigo en su ser.

- No es culpa mía, yo alguna vez fui humano. Pero eso fue hace mucho tiempo.

- Qué pena.

- Oiga, pero ¿Quien es usted?.

- Soy un elegido suyo, lo tendría que saber.

- Yo solo los elijo, no se me el nombre de todos.

- Me llamo Jorge Luis.

- Bello nombre, con mucha personalidad.

- ¡No se imagina cuanta!.

- Me despido, lo dejo dormir, pero acuérdese: cuide sus palabras.

- Lo intentare, lo prometo.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Las luces de la gran ciudad.

Se ha parado un instante a observar el panorama. Salió de las tinieblas y ahora solo veía luz. Luces por todos lados, tan hermosas e inalcanzables.

Se ha parado un instante, solo uno y no más. El tiempo para ella era algo sin importancia, pero tan necesario para su vida, que solo por eso se permitió un minuto.

¡Que minuto más bello!, edificios que parecían tocar el cielo, gente yendo de un lado al otro y las luces tan hermosas e inalcanzables.

Se pregunto quién había sido el demonio que las había creado, algo tan bello debía poder tocarse o simplemente sentirse, pero algo la turbo de sus pensamientos y se dio cuenta en donde estaba.

Los edificios que parecían tocar el cielo presagiaban la soledad del ser humano, que había nacido libre y que ahora el mismo se encierra en una parte de estos. La gente yendo de una lado al otro presagiaban la falta de rumbo, que aunque dudo que algún hombre en toda la humanidad supiera cual era su camino, descubrió que ahora ni la orientación le quedaba.

Lo único lindo fueron las luces, pero para su sorpresa ellas presagiaban la oscuridad que pasan todas las personas en algún momento de su vida, y para su desgracia descubrió que cuanto más brillaban, más oscuras eran las personas.

Ahora entendía porque no las podía tocar. Simplemente no las veía.

Esta fue la primera sorpresa que se encontró al llegar a la gran ciudad…